Él tenía una sonrisa encantadora,
contagiosa, envidiable pues la protagonista de esta historia era algo inhibida
y poco sociable, ella observaba como se comportaba con sus amigos, de alguna
manera cuidaba sus pasos detrás de aquel compañerismo que pregonaba.
Él nunca le pregunto cómo se
llamaba ella, a ella nunca le importó que lo supiera, el nunca mostró algún
rastro de interés de una amistad con ella.
Sin embargo para ella el gusto lindo que sentía por él permanecía mientras avanzaban los días…y mutando en algo más lindo cada día.
¿En dos meses puede uno enamorarse? -se preguntó ella.
El tiempo pasó.
Él esperaba a Lorena todos los días a la hora de salida, no hablaban nada en el salón que compartían, como si no se conocieran, él decía que era para que los demás compañeros no la molesten a ella, pues en el fondo él quería hacer las cosas bien y no incomodar a su nueva enamorada Lorena.
Él se quedaba en las escaleras esperando a que su enamorada Lorena salga del laboratorio de prácticas, no le importaba que sus amigos lo dejaran o que todos lo vean que estaba esperándola como un chico enamorado al pie de la escalera.
Lorena se mostraba indiferente (algo arrogante diría yo) frente a él, como si le llegara altamente que él se estuviera enamorando.
Él, muy enamorado, Lorena muy indiferente.
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