Después de estar en el cine nos fuimos a mi casa.
Le preparé Nesquik sabor a fresa porque era lo único que quedaba en la despensa, odiaba el Nesquik de fresa por eso siempre estaba ese frasco ahí.
A nada... - Le dije
A nada... - Le dije
Le serví en la taza más presentable, como quien sirve el más cariñoso objeto preciado a su digno invitado.
él estaba sentado mirando cómo lo atendía.
Le puse individual color crema y acomodé el azucarero de la forma más armoniosa posible.
¡Por qué hace esto?- dijo.
¿Hacer qué?- refuté
¿Tratarme con amor?... como si fuéramos enamorados...tú y yo ya no somos nada.- Lo dijo tan bonito, educado, pausado y cordial que parecían palabras de consuelo.
Hubo un silencio incómodo, inagotable y sofocante.
Estábamos ahí, habíamos terminado hace tres meses aproximadamente, pero nos seguíamos frecuentando, algunas veces al cine, otras a mi departamento y otras simplemente se sentaba en la acera del parque frente a mi departamento y me esperaba para conversar, yo salía en pantuflas y nos quedábamos charlando de cómo le fue en su día y viceversa.
Yo seguía enamorada de él, él lo sabía perfectamente. Mi subconsciente no comprendía por qué habíamos terminado, en el fondo creo que mi ingenuidad pensaba que era algo pasajero y que de un día para otro regresaríamos y todo sería como antes.
Craso error.
Craso error.
Él probó un bocado del Nesquik y lo regresó a la taza.
Qué horrible está esto!- me dijo
Lo sé- respondí.
No dijo más, se levantó y empezó a botar el contenido al fregadero mientras yo observaba el líquido caer en cámara lenta a la par de mis pretenciosas suposiciones y patéticas esperanzas
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